sábado, 12 de enero de 2013

El mejor profesor



No sé si tener ganas de tirarse a un profesor es algo recurrente entres las adolescentes, solo sé, que a pesar de lo pava que era a los 16 años, me hubiera tirado encantada a mi profesor de educación física. Era un alemán de 1,90, grandote, espalda ancha, el pelo casi cortado como militar, de aproximadamente 40 años, sinceramente ya no me acuerdo, tal vez estaba más cerca de los 43, pero se mantenía como tuna, al mirarlo daba la idea de ser esos hombres que cuando te agarran con pasión, simplemente te envuelven, no son suaves, sino más bien salvajes, puro instinto, además el verlo siempre con el buzo puesto,  o tocando el pito era muy, muy sexy,  y no era solo yo la que se pasaba los medios rollos con el profesor, la mitad de las chicas del curso le tenían ganas.
No quiero parecer una engreída ni nada por el estilo, pero debo reconocer que el profesor me tenía ganas, no es que fuera una estudiante despampanante ni nada por el estilo, todo lo contrario, tenía amigas mucho más interesantes para mirar y aun así, en tercero medio había cierta “química” al menos miradas furtivas, y un no sé qué cuando debíamos hacer algún ejercicio, una ayudita extra con los abdominales,  un apretón demasiado fuerte cuando me sujetaba las piernas para llegar hasta arriba, y una opinión demasiado buena de mi comportamiento en general.
Y pasó todo el tercero medio entre miradas furtivas, coqueteos inconscientes, además  él ya no era el profe nuevo de educación física, era el viejo rico, yo ya no era estudiante de tercero, era estudiante de cuarto año (último año nadie se enoja) además de ser la alumna más completa de mi promoción, y no tenía nada que ver con mis calificaciones, más bien con cierto ángel, podía conversar toda la clase, pero aún así si preguntaban alguna cosa, podía responder, participaba en cuanto concurso inter-escolar había, y tenía cierta reputación de buena alumna, siendo que era de puros 6 incluso menos.
Volver a ver a verlo fue realmente delicioso, un hormigueo constante estaba entre mis piernas, lo miraba entero, su boca, sus manos, su culo mientras trotaba, su verga, eso era algo impresionante, me hacía imaginar muchas cosas, era verlo de perfil y ver la gran protuberancia que sobresalía de esos lindos pantalones deportivos con los colores de Alemania en el borde inferior, trataba de pensar en cómo se sentiría tocarlo, rozarlo simplemente con la palma de mi mano, sentirlo duro, era un suplicio realmente estar en sus clases, estar trotando de un lado al otro, cuando simplemente me daban ganas de llevármelo al cuarto de los implementos deportivos y comérmelo entero, obviamente, era demasiado buena para eso, debía conformarme con mirarlo en las clases, y follármelo una y otra vez en mi cabeza.

 —¡Weona! el profe te tiene ganas  — gritaron mis 4 amigas a coro. Habíamos presentado una coreografía para una de las unidades, para hacerlo más entretenido, nos habíamos conseguido unas mallas de deportista, ya saben ese típico traje de baño con un poco de brillante en algunos lados.
   En serio weona, no dejaba de mirarte el culo — repetía una de ellas  — Es cosa de ver cómo te felicitó después, mientras nos evaluaba, no te quitaba los ojos de encima, si parece que hasta se metió la mano en el pantalón.
 —Jajajajaja, weona cuentera, no podí jajajaja — no podía para de reírme, era muy divertido, si ni tiempo de  ver algo así mientras bailábamos tuvo  —Claro, como si hubieras tenido tiempo para estar mirando lo que el profe miraba — les reclamaba yo de vuelta, era obvio que las mensas me estaban agarrando para el webeo, sabían que el profe me encantaba.
 — Es verdad, es cosa de ver cómo te trata, a ninguna de nosotras nos abraza cuando vamos para la sala, o los días lunes nos saluda de beso —Ok, las zorras de mis amigas tenían razón, era un poco notorio que el profe tenía ciertas preferencias y eso quedó demostrado uno de los días que nos sacó a trotar por el pueblo. Odio correr, trotar, y cualquier actividad física fuera del sexo, por lo que solía quedarme atrás mientras el resto de mis compañeros volaban por los caminos llenos de tierra y polvo, yo no, iba siempre de las últimas, y eso tenía sus ventajas, podía ir mirando el trasero de mi profesor, y él siempre amable me esperaba, charlábamos de todo un poco, mientras me incitaba a seguir el ritmo de trote cuando ya quería comenzar a caminar.
 —Vamos, vamos, que tú puedes, no seas floja — me decía con esa voz tan sería y masculina.
 — No profe, en serio no puedo, me voy a morir si doy un paso más —  y él tan amable no encontró nada mejor que “empujarme”, puso sus grandes manos en mi cintura y me apretó a él, obviamente eso de empuje tenía bastante poco, pude sentir con lujo de detalles como su miembro se apretaba a mi culo y fue como guauuu se siente bien el hombre, él tan tranquilo me preguntó:
 — ¿Se siente mejor así?  — pervertido, pervertido, sabía lo que estaba haciendo.
 — Si profe, gracias, es un amor — respondí y claro, comenzó a trotar, aunque  cada tanto sus caderas “sin querer” me daban uno que otro toque, y eso era muy, muy sexy, creo que fue una de las mejores punteadas de mi vida, o tal vez fue porque era el fruto prohibido, anda a saber, solo tenía claro, que era sí o sí, su alumna favorita, y no, no soy una creída, era así, las diferencias eran notorias, y si hasta uno que otro de mis amigos se daba cuenta, era porque realmente había algo ahí.
 El salir a trotar se convirtió en algo muy entretenido, había casi un acuerdo, siempre me iba quedando atrás, y él profesor tan amable siempre me daba unos cuantos metros de empujoncitos que disfrutaba al máximo, incluso me detenía un poco para poder sentir como se apretaba a mí con más fuerza de la debida, se preguntaran si se le ponía dura, y debo reconocer que sí, varias veces mientras trotábamos se apretaba y se frotaba suavemente a mi trasero, su verga era tan grande como la imaginaba, gracias al buzo casi no se notaba, pero lo podía sentir caliente, sus manos en mi cintura se apretaban como si se tratara de garfios.

 — ¿Y usted cuándo va a tener  a alguien para hacer cositas de grande?  — la pregunta me dejó helada, era día lunes, yo no tenía clases con él hasta el segundo bloque, pero aún así había ido a la sala a buscarme, me llevaba abrazada por uno de los pasillos, y me soltó esa preguntota.
 — Ehhh… — no sabía qué responder, decirle “ si usted se ofrece, me apunto” o ser políticamente correcta — Jajajaj profe cómo me pregunta eso — respondí nerviosa.
 — Pero si es verdad, es bonita, inteligente, debería hacer cosas de grandes — ok, me tiritaba todo, por qué demonios no me decía: yo te enseño, en vez de ser tan correcto, ok no, no era correcto que quisiera tirarse a una alumna menor de edad, pero era rico.
 — No profe, si las hago con mi pololo — Ok, no era la mejor respuesta, pero era al menos verdad.
 — ¿Y lo pasa bien?  — a esas alturas habíamos dado como 2  vueltas alrededor de uno de los jardines del colegio.
 —emmmm… — mi respuesta era clara, adoraba a  mi pololo, pero sinceramente al ser ambos bastante novatos, la cosa no era tan, tan salvaje como quería.
 —Entiendo — respondió con una sonrisa — ahora vaya a su sala, como siempre es un placer hablar con usted — Yo ya me había dado la vuelta, cuando siento una de sus manos en mi culo, no, no era una palmada, era un agarrón con todas sus letras, un agarrón de hombre, y no hice nada, simplemente lo miré a los ojos como siempre, me miraba sonriendo, y le devolví la sonrisa, me derretía ese hombre, me derretía entera.

Y se nos terminaba el año, nos quedaba solo la última unidad en educación física, vida al aire libre o algo así, por lo que no se nos ocurrió nada mejor que irnos por unos días de campamento a la cordillera, mi deseado profesor sería el guía. El lugar donde tendríamos el campamento era precioso, tenía un gran rio, muchos árboles, era un bello lugar, las caminatas eran divertidas, y yo no me separaba del profesor, tratábamos de ir caminando a  la par, aunque era difícil estar solos, ya que varios compañeros se nos unían, y eso nos molestaba, tal vez el campamento era el lugar indicado para resolver esa tensión sexual que ya me estaba matando.

Luego de un día de caminatas, baños en el rio y demáses, estaba metida en la carpa que compartía con mis amigas, estaba sola, ellas se habían ido por ahí a fumar un poco de hierba y no sé qué más, yo no fumaba, por lo que estaba disfrutando de la tranquilidad, cuando siento que abren un poco el cierre de la entrada y la voz de mi profe me pregunta si puede pasar, obviamente le dije que sí, que estaba sola.
 —Espero no te importe que te acompañe.
 —No profe, para nada, pase no más — me acomodé un poco para quedar de lado, él tan amable como siempre, cerró la entrada,  y se tiró al lado mío, ahí estuvimos conversando un buen rato, casi como si fuéramos viejos amigos, lo tenía tan cerca, solo debía acercarme un poco, darle un beso  y luego veríamos qué resultaba de todo aquello, cuando se producían algunos silencios no podía evitar pensar en cómo se sentiría estar pegada a él, mi cabeza iba un poco más rápido de lo normal, casi podía sentir sus manos cerrándose en mi culo, apretándome con fuerza a su sexo, metiendo las manos bajo el short que estaba usando, acomodándome en esa dureza entre sus piernas y simplemente disfrutarlo. 

Tres letras me trajeron a la realidad
 —¡¡Osooo!!  — mis amigas habían llegado y me llamaban, el profesor me miraba fijamente, estábamos a unos 10 cm de distancia,  no sé en qué momento nos habíamos acercado tanto, pero cuando mis amigas abrieron la entrada, y nos vieron, el silencio fue total, las 4 miraban al profesor sus cabezas debían estar gritando  “ Te lo comiste”.

 — bueno Señoritas, las dejo, un gusto conversar contigo, como siempre  — Me dijo mientras se levantaba.
 —Chao profe, el placer es mío también — le respondí de vuelta, mis amigas estaban en silencio, solo se hicieron a un lado para que pasara, cuando  se había ido, se tiraron las 4 dentro, cerraron todo  y gritaron
 — ¡¡ Te lo comiste, weona!!    y yo, simplemente sonreí, se quedarían con la duda, nunca sabrían que sí, que me lo había comido cientos de veces, mas solo en mi cabeza.